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jueves, 18 de julio de 2019

El Tántalo Social


(Este texto iba a ser mi artículo de despedida de Creative Katarsis, pero creo que es mejor revivir, aunque sea esporádicamente, este blog para asegurarme de tener esta reflexión a mano.)

Muchas veces se dice que las redes sociales nos sirven para acercarnos más los unos a los otros y eso es innegable. Pero acercarse no significa estar juntos y el ser humano, además de un ser social, es un ser inteligente, aunque a veces no demos la menor muestra de ello, y sensorial.

Redes como Twitter, Facebook o Instagram han democratizado lo que antes significaba “ser famoso”, hemos construido nuestros propios ídolos con los pies de barro sin necesidad de intermediarios en forma de programas televisivos o revistas del corazón que nos los sirvan en bandeja de plata.

Hay quien aún insiste en discernir entre “famoso” e “influencer”, cuando no hay más diferencia entre ellos que entre un “instagramer”, un “youtuber” y un “tuitstar”: Sólo el canal por el cual se han hecho conocidos. 

Por supuesto que sí podemos distinguirlos por la manera en que se han hecho un nombre, igual que antes se distinguía entre “famoso” y “famosete”. Obviamente no es lo mismo quien gana notoriedad porque se sube durante 40 años a un escenario para realizar una demostración artística que quien se acuesta con un torero y se dedica a contarlo de tele en tele. De igual modo no es lo mismo quien tiene una cuenta de tuiter que da consejos útiles sobre derecho laboral que quien sólo se dedica a hacer de corifeo del partido político/empresa/movimiento que le llena el abrevadero.

Siempre ha existido esa admiración, y cierta dosis de envidia, por quien está en el candelero, de ahí que siempre haya habido fans y haters de quien descollaba. Y el adulado, juzgado y expuesto famoso de turno ha tenido que lidiar con que la línea que separara la persona pública de la privada siempre se cerrase sobre esta última con mayor o menor fortuna/espacio.

La diferencia es que con las redes sociales muchos famosos bajaron sus defensas para asomarse a este invento sin darse cuenta de que quedaban especialmente expuestos ya que cualquiera podía entablar contacto con él y lo hacían protegidos por una pantalla que beneficia al anónimo con cierta impunidad al ridículo, provocando sonados casos de ridículos tanto de famosos como de fans.

No digo que esté bien atizar al muñeco del famoso gratuitamente, como tampoco digo que por ser alguien con un gran número de seguidores deba ser intocable por muy errado que ande. Sobre lo que quiero hacer hincapié es sobre el otro lado, el fan, el troll, el hater... todos ellos son también víctimas de una deficiente gestión de sus propias expectativas y casi nunca nos paramos a pensar en sus motivaciones (fundadas o no) y en el suplicio de Tántalo que sufren a veces.

Para quien no lo sepa Tántalo era un semidiós mitológico, rey de Frigia, que como hijo de Zeus mismo fue invitado a degustar una cena en el Olimpo, sin embargo a su regreso a la tierra no dudó en revelar cada hecho sucedido durante la cena con el único objetivo de jactarse incluso llegó a inventar algunos hechos. No obstante parece ser que los dioses andaban de Interrail por Asia Menor y no se enteraron, porque decidieron recurrir a Tántalo para que les invitase a cenar.

Tántalo sirvió sus manjares más suculentos y los menos, hasta tal punto eran voraces los dioses que Tántalo, enloquecido por evitar una mala crítica en Trip Advisor descuartizó y cocinó a su propio hijo, por algún motivo los dioses se percataron, resucitaron al pobre Pélope y lo convirtieron en acólito de los cultos mistéricos.

Tántalo se libró inopinadamente de esta, hoy le habrían crujido a dislikes, aunque no le duró mucho más la suerte. Tántalo tuvo la mala suerte de asociarse con un tal Pandáreo y entre ambos robaron el mastín de oro de Zeus. Y a Zeus que le ofrezcas a tu hijo en mitad de un banquete caníbal pase, pero al perro no se lo tocas, así que aplastó a Tántalo y todo su reino con una enorme roca y fue arrojado al Tártaro, el pozo de negrura y castigo más descarnado del Hades.

El Tártaro destacaba dentro del Hades por su atención al cliente y para un cabronazo como Tántalo idearon un suplicio especialmente dañino, proveyeron al alma muerta del rey de un hambre y una sed inusitadas y le pusieron en medio de un lago bajo las ramas de un árbol frutal. De primeras no parece algo tan malo, hasta que te das cuenta que cuando Tántalo intentaba beber el agua se retiraba lejos de su alcance y lo mismo ocurría con las ramas del árbol cargadas de dulces frutos.

Se pueden tratar multitud de paralelismos con Tántalo, amigo de influencers, attention whore de manual, empeñado en mantener su prestigio incluso inventando falacias con las que alimentar su fama entre sus fans...y al final abandonado, aislado y condenado a ver ante sí todo aquello que anhela pero sin poder lograrlo.

Planteémonos lo siguiente, en las redes sociales todos cumplimos todos los papeles de los que hemos hablado hasta ahora y podemos ser a la vez Troll e influencer, Fanboy y famosete, porque todos podemos tener estas facetas aunque las retengamos o alentemos con más o menos esfuerzo. Si no es el caso ya hablamos de una disociación que creo que merece algún tipo de tratamiento médico.

El asunto es que por muy bien que tratemos de aislarnos de este ambiente viciado la tentación de tenerlo siempre en nuestras manos es muy fuerte y se sabe que genera casos de ansiedad y adicción como cualquier droga, con sus dependencias y periodos de desintoxicación. Esto es una suerte de “Tántalo Social”, un suplicio en el que nos sentimos cerca de nuestros admirados seres virtuales, lo que retroalimenta continuamente la adicción por su ubicuidad y disponibilidad casi inmediata.

Cuidado con acabar enajenados por mantener ese contacto “virtual”, que sin duda merece mucho la pena, pero que sin embargo nos puede alejar de los contactos reales. Los que necesitamos porque nos aportan cosas que las redes (aún) no han conseguido replicar. Cosas que aplaquen nuestras necesidades sensoriales como una mirada directa a los ojos, un perfume, un roce, un susurro al oído con el aliento de la otra persona cosquilleando en cada espiración, un abrazo de los que eriza la piel, una risa que altere el pulso...

En conclusión: usad las redes sociales para encontrar gente, para decirles lo que pensáis, para compartir risas, puntos de vista, ofrecer una mano o un hombro, para hacer nuevos amigos o encontrar pareja...usadlas como queráis salvo como sustituto de la vida real. Porque la vida real siempre está al acecho y cuando menos te lo esperas te atiza una ostia a rodabrazo y te saca de tus followers, tus colabos y tus gifs y, normalmente, sólo aquellos amigos virtuales que hayan dado el paso fuera de las pantallas van a poder ayudarte con tus problemas reales y darte el abrazo que necesitas sentir.

Hasta siempre CK fue un placer, nos vemos en las redes (sí, como ser humano, también tengo no sólo el derecho si no la necesidad de ser incoherente a veces)

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