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lunes, 29 de julio de 2019

Adiós, Tierra

Gotas de condensación caían de las aberturas del sistema de aire acondicionado ultrasilencioso. Un sistema que, a plena potencia, apenas bastaba para evitar la sensación de bochorno y evitar el sofoco de los trabajadores que terminaban las últimas modificaciones del interior.

Hacía meses que realizar tareas externas era inviable debido al calor y la radiación. Quedaban unos pequeños flecos por rematar, pero tendrían que esperar momentos más propicios, ya en ruta.
Las lanzas térmicas hacían todo un poco más insoportable, si cabe, y se intentaba mantenerlas apagadas siempre que era posible, pero no era el momento. Todos los soldadores disponibles fijaban el último panel de aislamiento térmico del que disponían, podrían haber usado un par de ellos más pero el último transporte no soportó el viaje.

Habría cosas más importantes que echar de menos que dos paneles térmicos, dijo uno de los jefes de equipo en voz alta, mientras azuzaba a algún trabajador que resollaba sudoroso y fatigado bajo el equipamiento de protección.
Cuando las lanzas comenzaron a apagarse una sucesión de chasquidos procedentes de las soldaduras enfriándose parecieron dar una ovación en miniatura a aquellos héroes que habían logrado rematar contra todas las adversidades su tarea. Algunos de ellos ya eran expertos antes de comenzar las reformas, otros alcanzaron su estatus en aquél momento.

El capataz transmitió la información a su superior para que éste hiciese de enlace con el puente de mando. Inmediatamente se iniciaron los procedimientos para el despegue, en paralelo a las comprobaciones de integridad y los cálculos de navegación.

Los núcleos de proceso de datos de aquél viejo cacharro apenas podían mantenerse bajo el punto de fusión pese a que se habían triplicado los conductos de refrigeración que los recorrían. Todo se aprestaba para la partida.

La alerta por llamarada interrumpió pensamientos, rezos y lamentos, aquellos que estaban al cargo de los monitores de actividad solar vieron acercarse aquella alargada hebra de plasma al rojo vivo antes que nadie, no hubo tiempo para alcanzar los refugios anti radiación.

Como una bestia tratando de alcanzar su presa el tentáculo de fuego atravesó el pasillo de conexión con la estación espacial segándolo al instante. El capitán reaccionó, ordenó encender motores pero...

-Papá, te llaman, es tu jefe...

-Joder, luego seguimos jugando...

Todas aquellas vidas se extinguieron al precipitarse la brillante nave estelar sobre la alfombra.

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