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lunes, 19 de agosto de 2019

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Temía la llegada de cada noche, el momento eterno en el que, acostado ya, se iniciaba la pugna entre las ganas de sus dedos y el ordenamiento en su cerebro.

No debía, pero quería, quería con toda su alma, no sólo con sus dedos. Su pecho se agitaba, las elevadas pulsaciones requerían más inhalaciones, todo su cuerpo se preparaba para la batalla. El sudor frío acudía a sus sienes y a sus manos, cada pliegue de su piel transpiraba anhelando el contacto.

Su cerebro sólo repetía un bucle: no debes, no es verdad, son sólo imaginaciones tuyas, jamás lo harás, no es tu estilo, no eres así, no eres su estilo, no es así.

El proceso se repetía noche tras noche sin apenas cambios, hasta que llegaba la descarga.

En un momento dado notaba como el sudor de las palmas de sus manos se convertía en una suerte de electrolito metálico que condensaba bajo su piel una carga estática que le hormigueaba en las palmas de las manos y en los antebrazos.

El cosquilleo elevaba su frecuencia hasta llegar al pecho donde provocaba, lo que le parecían, fibrilaciones. Esto aturdía momentáneamente al cerebro que paraba su salmodia, como reiniciado por la subida de tensión.

Entonces escribía ligero siempre: "Buenas Noches"...y después nada, porque el cerebro había retomado ya el control.

La catarsis se había completado ya aquella noche y, como siempre, los  "te quiero", "te necesito" y "te echo de menos" quedaron en el tintero hasta mañana.

Al menos se sentía conectado a través de aquella pantalla. La rozó con la punta de sus dedos esperando palpar algo más que el demasiado frío y demasiado liso cristal, pero no fue así y se quedó observando si aparecía la confirmación de lectura hasta que la retroiluminación fue atenuándose. Finalmente se apagó sin que llegara.

Se quedó a oscuras, a solas con sus nervios y ese vacío en el estómago que le atenazaba durante la mayor parte del día. Y cuando estaba a punto de entregarse al abrazo de un sueño bronco y agitado por pesadillas muy cotidianas y reales, una notificación hizo vibrar el desamparado aparato brevemente.

Sonrió pensando para sí mismo, inerme sí, pero satisfecho por seguir formando parte de su vida aunque sea a través de pantallas, ondas e impulsos eléctricos. Al fin y al cabo tampoco podía soñar que hubiera otro modo, son sólo imaginaciones tuyas, jamás lo harás, no es tu estilo, no eres así, no eres su estilo...

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