Este verano está siendo especialmente intenso, demasiado a veces, para mí. Muchos me habéis dado apoyo y ánimo y quiero agradecéroslo a todos en primer lugar.
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Muchas veces nos creemos capaces de afrontarlo todo con solvencia, de caminar sobre aguas turbulentas sin salpicarnos. Pero a veces no es así, a veces un golpe muy fuerte o varios menores nos bloquean, nos noquean, nos tiran al suelo y nos patean y no queda más que admitir la derrota. Un pequeño golpe más cuando estamos a punto de trastabillar puede ser suficiente para hacernos perder el equilibrio que tanto nos ha costado mantener, caerse no es perder, perder es no levantarse.
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Agosto está resultando un mes de pequeños golpes, martillos que poco a poco van quebrando las rodillas y la entereza. Toques de atención a veces muy ajenos que sientes como propios porque se acumulan sobre cargas que no has podido liberar con antelación. El desgaste de los materiales de los que te creías construido a prueba de cualquier latigazo empieza a pasarte factura.
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El problema viene cuando estas cargas se nos antojan placenteras de portar, cuando nos parece que estamos mejor bloqueados por ellas que liberados, porque una vez dejada la carga atrás hay que afrontar lo que viene por delante y eso da incluso más miedo. Esas cargas nos permiten consumirnos en una espiral de saturación de lo inasumible y procrastinación de la vida mientras la vida no se detiene por nosotros y al final sólo conseguimos distanciarnos de todo lo que alguna vez fue parte de nosotros.
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Y entonces empiezas a huir de los tiempos muertos y del relax por miedo a que tu cabeza vuelva a entrar en un bucle de culpabilidad por lo que no haces y sabes que quieres o debes. Enhorabuena, estás en el punto perfecto para que cualquier nimiedad te golpee como si fuera un puñetazo devastador. Y puedes llegar a desear que pase para no tener que seguir pensando en las prisiones mentales que tú mismo te has creado, para no tener que mirar al frente.
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Pero van y te sacuden noticias lejanas, y no tanto, sobre verdaderos problemas, problemas irresolubles, los únicos totalmente irremediables. Y te das cuenta de que al fin y al cabo tus cuitas no son más que pequeñas molestias pasajeras, que no tienen importancia alguna y que mientras estás embebido en ellas lo realmente importante, tu vida, se te escapa a velocidad terminal sin que puedas volver atrás.
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No dejes nada que te importe para mañana, porque mañana puede ser que ya no tengas oportunidad de hacerlo o decirlo. Todos jugamos la carta de la incertidumbre, de no saber cuando nos van a cortar la luz, para planificar a largo plazo, de rentarlo todo a futuro. Es una apuesta, como todas, muy arriesgada, nunca se sabe si antes de lo previsto va a llegar el momento menos oportuno y nos vamos a apagar dejando una frase a medias o...
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