TUITEEMOS:

martes, 3 de marzo de 2020

No voy a regresar

Están siendo días complicados. A ratos me siento como desde hace tiempo que no lo hacía, sin embargo algo he cambiado, quizá no en lo esencial, pero sí en mis circunstancias.

Al menos estoy seguro de haber hecho lo correcto, si no en todo, sí en la mayor parte de mi vida. Y allí donde erré me aferro a una esperanza que quizá ya es sólo un fantasma, pero que no por ello deja de ser mía. Y ahora que mi mayor compañero es el tiempo no veo motivo para no emplearlo esperando lo que quiero, sea imposible, haya que esperar sine die o aunque me carcoma la impaciencia.

Estoy seguro de no mirar atrás con odio, tendré que filtrar lo malo y quedarme con lo mucho bueno que hubo, atesorarlo, y emprender un camino que me aleje en primer lugar de mis propios miedos. No será fácil, no está siendo nada fácil, pero es lo que hay porque así lo he aceptado, porque he llegado hasta aquí decidido.

Para mí escribir es un alivio, como para un borracho que vomita para mí poner en letras lo que me pasa por la cabeza me ayuda a ver mis ideas con perspectiva, a despejar la mente, a sacar de mi interior lo tóxico. Cuando escribo soy menos protagonista y más testigo, más autor. Y eso me deja ordenarme, reescribirme, reorganizar, aceptar y adaptarme a cosas que si no las saco de dentro se me hacen insufribles.

No busco escarnio propio en público ni casito, tengo decenas de entradas en borradores que nunca han visto la luz y probablemente jamás la vean, los más crudos, los más hirientes. He borrado incontables mensajes y tuits sin llegar a mandarlos por el mismo motivo...sólo el hecho de haberlos plasmado ya me bastaba para templar el nervio, el miedo o la angustia aunque fuese temporalmente.

Algunos de ellos con el tiempo se han vuelto ridículos, otros ridículamente dolorosos, porque ya no los podré mandar a quien iban dirigidos en inicio, y muchos, la mayoría, ni siquiera existen. Pero en general todos son testigos de su momento...el siguiente texto lo escribí en febrero de 2019:

"Aquella mañana también hizo acto de presencia. No había un día que antes de sacar un pie de la cama no apareciera aquella sensación de estar al límite de la extenuación mental. No se debía a que hubiera dormido mal, no era porque hubiera dormido poco, ni siquiera que hubiera dormido sin compañía era el motivo.

Se sentó en el borde de la cama y tras darle un par de vueltas a su futuro inminente, acabó asumiendo una vez más cada una de las tareas que, se suponía, debían servir para anticiparse a esa nube gris de pensamientos recurrentes que ocupaba aquellos huecos con una familiaridad insolente. Como solía suceder no dio resultado, la congoja no llegaba ya nunca anticipada porque hacía meses que se había quedado alojada permanentemente.

La ducha se había convertido en un ritual donde el ruido del agua amortiguaba el martilleo de aquellas diatribas. Un alivio temporal, una manera de embotar los sentidos, de saturarlos de sensaciones fugaces que había que atesorar…pronto volverían los temores.
Sacó el café del microondas, notó el calor aumentando ligeramente en la yema de los dedos hasta resultar doloroso, otro pequeño castigo, otra pequeña vía de escape, otra manera de sentirse con vida que no funcionaba ya. Antes se habría enfadado, ya no, ya daba igual, habían hecho que diera igual.

Tenía miedo de seguir, pero también del cambio, la inseguridad, el pánico al vacío, el horror de la costumbre, la asechanza de ser realmente como decían que era, de depender de la aceptación y de no aceptar ser dependiente.

Se quitó el albornoz y se vistió con su ropa habitual. Prendas oscuras, holgadas, anónimas, para camuflarse, ojalá ser invisible. Cogió el almuerzo, aunque sabía que se lo comería frío mientras se hacía un ovillo en el sofá cuando volviera por la tarde.

El viaje era corto, un tramo de autovía permitía evitar el centro de la ciudad y a la mayoría de conductores sin alma, eran tan parecidos que ya no recordaba cuál fue el último día que sintió algo por ellos que no fuera un remedo de fraternidad desconsolada.

Entró con la creciente punzada del miedo albergada en su interior. El guardia de seguridad observó su caminar con una expresión reflejo de la suya propia. Durante un fugaz instante hubiera jurado que sonreía, pero no era posible. No, allí nadie lo hacía.

Y llegó a su diario quehacer, a la displicencia, al desprecio, a la exigencia ingrata, al llorar silencioso tras la puerta del baño. Cómo echaba de menos aquellos arranques de furia de cuando aún se veía capaz, cuando aún se sentía un ser humano, cuando aún quedaban esperanzas.

Se quedó pasada su hora, como era habitual, alargando la tortura. No hizo falta que insistieran, ya conocía la amenaza de otras veces, que lo repitieran sólo era parte del sadismo diario, ya sabía a qué atenerse.

Mientras se incorporaba a la autovía miró las cunetas, apetecía refugiarse en ellas como en cálidas huras… a veces pensaba que si fuera sólo un poco más valiente podría olvidarse de una curva, tomar imprudentemente un desvío y terminar con todo aquello. Quizá,  si no tuviera miedo de no conseguirlo del todo y acabar atrapado con sus pensamientos…los guardarraíles parecían bajos, quizá con la suficiente velocidad…

Aquella mañana también hizo acto de presencia. No había un día que…"


Está firmado con pseudónimo, no recuerdo por qué. Es además un pseudónimo extraño, no es ninguna de mis identidades habituales...

Sólo lo saco a la luz para daros las gracias a todos los que me habéis ayudado desde entonces, tanto en redes como en persona, a evitar ese pensamiento recurrente. Amigos, familiares y desconocidos que se han acercado a darme una palabra de aliento, a intentar hacerme sonreír, a contarme su experiencia por si me servía de ejemplo y esperanza y a relativizar mis pesares, porque por mucho que los sintamos, porque son nuestros, hay que tratar de ponerlos en su justo lugar.

No voy a regresar a ese punto de mi vida, lo tengo muy claro. Me lo habéis dejado muy muy claro, yo no soy ese. Algunos me habéis ayudado mucho, muchísimo en momentos puntuales. Otros incluso durante semanas o meses.

Pero, sobre todo, con este texto quiero reconocer a la persona que más hizo en aquellos meses iniciales por sacarme de ese pozo en el que no se me veía, pero estaba, cuando nadie más supo verme. Quien más me ha hecho sonreír este último año aunque sintiera que no podía.

Alguien que entonces simplemente era una imagen electrónica más pero hoy, pese a desencuentros graves, enfados y encontronazos, es una de las personas más importantes en mi vida real sin haber llegado (aún) a vernos sin pantalla mediante

Alguien a quien nunca le ha faltado una palabra para alentarme cuando me ha hecho falta o un minuto para escucharme cuando lo necesitaba, fuera la hora que fuese, porque tiene un corazón y una bondad con unas dimensiones que nunca jamás había encontrado antes. Alguien que ahora no está pasando un momento feliz. A ti me dirijo. porque tú también eres tú aunque a veces no sientas que lo eres.

Me encantaría poder hacer por ti todo lo que has hecho por mí. Te mando mucho ánimo, mucha fuerza y todo el calor y el cariño que puedo mandarte y el que no puedo mandarte también, de algún sitio o tiempo lo robaré. Para ti todo, a tu servicio siempre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

No me pienso hacer responsable de lo que comentes, avisado estás: