Se acabó. Son palabras llenas de intencionalidad pero vacías, lo
sabemos los dos, tú lo sabes, yo intento asumirlo.
No se puede poner límite a un sentimiento de un día para otro, se
puede disimular, tragar saliva y callar por no herir, pero no puedo hundir este bolo amargo que se me aferra a la garganta cada vez que te recuerdo.
Puedo jurarme y comprometerme
que no voy a ir ni un paso más allá pero al cabo del tiempo volveré a
preguntarte, a preocuparme, a molestarme en saber de ti, si estás bien, cómo te
va, qué ha sido de los tuyos.
Me reafirmo en que no, en que
esta vez ya he llegado al punto de retorno, y a la vez me digo si no será todo
una manera tuya de tratar de darme un aterrizaje suave después de tanto
como hemos volado. Sin cortarme las alas, poniendo un colchón de plumas, como
siempre, dudo. Me negué lo bueno y me sigo negando a creer lo malo.
Con cada pequeña mención, con cada breve destello, con cada
palabra a ti asociada afloras en mi cabeza. Tu ciudad, tu trabajo, tu voz, tu
familia, tus ojos, tu sentido del humor, tu pelo, tu forma de vestir, tus
labios, tu coche, tu nariz…afloran por todas partes y cada uno de ellos me
lleva al otro sin preocuparse de si hay fronteras o kilómetros de por medio, desearía
ir a tu encuentro...pero no, todo no, ya no. Se ha acabado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No me pienso hacer responsable de lo que comentes, avisado estás: